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Club de lectura: El Pentateuco de Isaac. Angel Wagenstein

26/02/2020 | 16:00 - 17:00

El Pentateuco (del griego πέντε [pénte], y τεύχος [téukhos], ‘rollo’, ‘estuche’; es decir, «cinco rollos», por los estuches cilíndricos donde se guardaban los textos hebreos) es el conjunto formado por los cinco primeros libros de la Biblia, que la tradición atribuye a Moisés. Forma parte de todas las Biblias.Se corresponde con los que en la tradición hebrea, forman la Torá ( La Ley) Los cinco libros que lo componen son: Génesis, Éxodo, Levítico,Números y Deuteronomio.

Angel Wagenstein (1922), nació en una familia sefardí de Plovdiv, Bulgaria, y pasó su infancia exiliado en París por la militancia de su familia en movimientos socialistas y comunistas. Regresó a Bulgaria tras una amnistía para estudiar en el liceo. Siendo un adolescente, entró a formar parte de una organización antifascista clandestina.

Durante la Segunda Guerra Mundial, fue internado en un campo de trabajo para judíos en Macedonia, del que se evadió para unirse a los partisanos. Fue arrestado y condenado a muerte en 1944 por participar en actos de sabotaje y  logró salvarse gracias al bombardeo de Sofía por las fuerzas aliadas  que destruyó parcialmente la cárcel y posteriormente rescatado  por la  entrada del Ejército Rojo en Bulgaria.

Cuando finalizó la guerra comenzó sus estudios de cine en el  Instituto  Gerásimov de Cinematografía de Moscú. Ha tenido una larga y reconocida carrera como guionista y realizador y trabajó para el Centro Cinematográfico Búlgaro y para el estudio cinematográfico de la República Democrática alemana.

Wagenstein es autor de unos 50 guiones para películas, documentales y dibujos. Llegó a la fama con sus documentales sobre los comunistas búlgaros, especialmente los que trataban de las guerrillas. Entre 1951 y 1998 ha escrito 21 largometrajes para cine, 3 telefilmes y otros 3 cortometrajes, en su Bulgaria natal y para películas soviéticas y alemanas (RDA). En 1959, la película Étoiles, de la que es guionista, recibió el Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes.

Su carrera literaria comenzó tardíamente, a los 76 años,  con la publicación de la novela El Pentateuco de Isaac (1998), inicio de una ambiciosa trilogía dedicada al destino de los judíos en la Europa del siglo XX que se completaría más tarde con Lejos de Toledo (2002) y Adiós Shanghai (2004), las tres en Libros del Asteroide. Son libros independientes entre si, aunque los tres reflejan épocas importantes de las comunidades judías en el mundo. Sus obras se han traducido Frances, Alemán, Ruso, Ingles, Checo, Polaco, Macedonio, Italiano, Hebreo y Español y han sido recompensadas con múltiples galardones (entre los que destaca el Premio Jean Monnet de Literatura Europea). Actualmente vive en Sofía.

Su biografia ha sido documentada en el Film de Andrea Simon : Angel Wagenstein: Art is a Weapon  ( 2017) que ha sido representada en diferentes festivales, incluido el festival de cine judio de Barcelona en 2018.

El libro seleccionado para el mes de Febrero:

 

El Pentateuco de Isaac, libro dividido en 5 partes, es una ficción sobre el siglo XX a través de un personaje que vivió con cinco nacionalidades sucesivas: austrohúngara, polaca, alemana del III Reich, austríaca de la república y soviética y, como él dice, en tres campos de concentración. Un sastre  judío de Galitzia ( antiguo territorio del Imperio Austro-Húngaro, actualmente dividido entre Polonia y Ucrania) narra su vida correspondiente a la primera mitad del siglo XX. Relata su dramática existencia con chistes de judíos incorporados a la narración; así los chistes rompen el dramatismo de una realidad difícil de asumir. Nada menos que un Job del siglo XX, pero sin fidelidad a Dios, algo difícil de entender si no nos atenemos a una tradición cultural, la judía, que ha demostrado que todo lo puede

 

La prensa dice: 16 may 2010  El Mundo

Angel Wagenstein, por Javier González-Cotta

“Tengo el corazón más abierto para las mujeres que para los hombres”, confiesa el escritor búlgaro de origen sefardí Angel Wagenstein (Plóvdiv, 1922). Casi nonagenario pero brioso, el autor no da muestras de sentirse algo ya remoto. Aún siente el pellizco de la vida, las alas mundanas del corazón. Novelista y guionista de cine, Wagenstein ha venido a la Feria del Libro para hablar de su trilogía sobre los judíos en el siglo XX. Lo hace invitado por la Fundación Tres Culturas, en colaboración con la Casa Sefarad de Israel. ¿Más novelas angustiosas sobre judíos y crematorios? En realidad sí. En el fondo no.

El Pentateuco de Isaac, Adiós, Shangai y Lejos de Toledo (por este orden) han visto la luz en España gracias al buen ojo de Libros del Asteroide. Tragicómica la primera, desconocido el episodio histórico de la segunda, y nostálgica y algo autobiográfica la tercera, las tres abordan la trágica epopeya de los judíos con un eficaz disolvente: el humor. “Me gustaría que el lector no llorara con mis novelas. Hay un proverbio judío que dice que las lágrimas tragadas se las queda el corazón. El Pentateuco de Isaac no es para mí un libro divertido. Es trágico. Pero cuando uno llora debe intentar no hacer llorar a los demás. Debe sonreír”.

En El Pentateuco de Isaac narra la crónica peripatética y azarosa del judío Isaac Blumenfeld. Su vida va marcando el paso del cruento siglo XX: dos guerras criminales, tres campos de concentración y cinco patrias distintas. El lector, no obstante, sonríe. Se deja domar por la ironía y la parodia. “Siempre hablo con gran ironía de mí mismo. La ironía y la parodia propia es una expresión cultural de los judíos, afirma. Incluso ha estudiado esta tendencia al humor paródico en la obra de Sholomo Aleychem, el gran clásico de la literatura yiddish.

El Dios de los judíos es un señor ceñudo, a menudo prepotente. Simone Weill dijo que el Antiguo Testamento no era otra cosa que una trama de horrores. Wagenstein es ateo. Pero es en este Dios, casi siempre iracundo, en quien creen los judíos de las sinagogas. ¿Se pueden hacer bromas con este señor? Wagenstein dice que sí. Pero matiza: “No conozco a ningún judío que bromee de otro Dios que no sea el suyo. Nunca lo hace del Dios de otras religiones”.

Al autor le desespera que lo llamen escritor tardío (sus novelas las ha publicado en su jubilosa senectud). ¿Acaso escribir guiones de cine no es ser escritor también? “He realizado un buen montón de guiones para más de veintiséis largometrajes. Ser guionista de cine también significa ser escritor. Pero parece que escribir guiones no está a la altura del que escribe piezas para el teatro”.

Ha pasado mucho tiempo, pero aún conserva esperanzas de que una película suya, Goya, realizada en 1972, pueda estrenarse en España. “Aquí no se pudo estrenar en tiempos de Franco. En su día, los rusos y los alemanes entendieron muy bien a España a través de esta película”.

Quizá Goya no se estrene nunca. Pero sí Adiós,Shangai -a juicio de su autor- la más cinematográfica de las tres entregas. “He leído críticas que afirman que esta novela sólo la puede haber escrito un cineasta. En algunos periódicos han comparado Adiós, Shangai con Casablanca“.

Con su perfume de espías y ambientada en el Shangai de los años 30, Wagenstein aborda la ignorada historia de la diáspora judía que se asomó al borde del Sol Naciente. Lujosos hoteles, fumaderos de opio, consulados internacionales. Esto era Shangai, la esperanza vana de los que huían de los crematorios de Europa. El autor hace autocrítica acerca de los recelos y la codicia entre los judíos de Shangai. Recelaban entre ellos, ante los hermanos exiliados que venían huyendo del nazismo en Alemania.

¿Otra vez la imagen del judío egoísta y codicioso? “La codicia del judío es una realidad histórica. En el Shangai que describo había judíos de todas partes. Son judíos, sí. Pero procedían de diferentes estatus y civilizaciones. Israel hoy es como este Shangai, un país enfermo. Hay que integrar a judíos de Francia, del Yemen, de Etiopía, de Rusia…”.

Sin duda, la lectura de Adiós, Shangai (premio Jean Monnet de Literatura Europea) hace que uno acabe preguntándose al final lo mismo que la voz narradora: “¿Hay algo más inverosímil que la Historia?”.

De cuño más nostálgico, escrita con la brea de la memoria, es Lejos de Toledo. Wagenstein, a través de la figura de Albert Cohen (búlgaro exiliado en Israel), se sirve de la ficción para alumbrar las raíces de sus ancestros. Desde Toledo, a lomos de un pollino andaluz, la bisabuela del protagonista llegó hasta Plóvdiv, al barrio judío que llamaban el Cementerio del Medio. Bajo el rumor de las aguas del Maritsa, la novela recuerda el palimpsesto de culturas de los Balcanes, incluida la sefardí. Wagenstein se queja de que “el sefardí, sin literatura, sin teatro y sin cine se está pudriendo. Estoy intentando que algunos jóvenes hablen el castellano de hoy y no el del siglo XV”.

Su biografía recoge su episodio como partisano antifascista en su Bulgaria natal. Estuvo condenado a muerte, pero la entrada del Ejército Rojo le salvó. “No soy comunista. Mis padres sí lo fueron. Estuve en el partido comunista, que era ilegal. Con el fin de la guerra se instauró un comunismo de estado, que provocó el desconcierto de muchos”.

“Hoy el mundo ha cambiado. En Europa el comunismo se ha diluido”, añade. Con irritación poco convincente se muestra cuando se le pregunta si hoy, descartado el comunismo, se considera socialdemócrata. “¡Socialdemócrata no! Soy socialista. La socialdemocracia en Europa es otra forma de la derecha”. Menudo salmo final.

Cuestionario breve

La Tierra Prometida de Israel, ¿no ha acabado siendo más un soborno de Dios? La Tierra Prometida y lo del pueblo elegido no es más que una hermosa leyenda. Dios lleva dos mil años intentando darnos la Tierra Prometida. Hitler lo consiguió en mucho menos tiempo.

¿Qué piensa cuando se habla del holocausto palestino?Yo no soy ciudadano de Israel. Entiendo el drama palestino. En la sociedad israelí hay palomas y halcones. Sólo un gran consenso nacional en Israel dará salida al problema. Pero no existe ningún holocausto palestino. Quien emplea esta palabra no sabe lo que dice. La tragedia de la Shoa no se puede equiparar.

El siglo XX no se entiende sin Freud, sin Marx, sin Einstein. Los tres judíos, ¿casualidad?¿Sólo el XX? Antes de todos éstos estaban Moisés y el propio Jesucristo. También quisieron cambiarlo todo. Es una enfermedad de los judíos intentar cambiar el mundo.

Un judío ateo como usted, ¿qué salmo le cantaría a Dios en sefardí?Le cantaría la cita que aparece en El Pentateuco: “Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le hubieran roto los cristales”

Al Qaeda reivindica la reconquista de Al·Andalus. ¿Y si los sionistas reclaman la mítica Sefarad con capital en Toledo?

No sé qué piensan los sionistas. Pero me da que los toledanos pueden dormir tranquilos.

 

4 jul 2011

Artículo sobre la obra de Angel Wagenstein en Clarín :No hay espinas sin rosas

Por Carlos Sampayo Revista Ñ – Clarín

Recién a los 76 años, este autor judío sefardí publicó su primera novela, “El Pentateuco de Isaac”, y desde allí desarrolla una obra entre el desasosiego y la inquietud.

Cuando Angel (léase Anguel) Wagenstein publicó su primera novela, tenía 76 años. Era autor de guiones de más de cincuenta filmes del cine búlgaro y había dirigido algunos. Nada de esto se conocía en “Occidente”. La revelación del novelista Wagenstein, judío sefardí, lleva por título El Pentateuco de Isaac, y es una ficción sobre el siglo XX a través de un personaje que vivió con cinco nacionalidades sucesivas: austrohúngara, polaca, alemana del III Reich, austríaca de la república y soviética y, como él dice, en tres campos de concentración. Un judío de Galitzia que sostiene y resuelve su dramática existencia con chistes de judíos incorporados a la narración; allí los chistes asumen el papel de realidad mientras que los hechos, de tan atroces, toman la apariencia de ficción. Nada menos que un Job del siglo XX, pero sin fidelidad a Dios, algo difícil de entender si no nos atenemos a una tradición cultural que ha demostrado que todo lo puede. En esta risa de Isaac no hay olvido, todo lo contrario, y la peripecia concluye con una apelación al final de Stefan Zweig, frascos de somníferos en la mesa de luz, sin confesarnos si repetirá el gesto o no. El libro, en su consistencia etérea transmite desasosiego y enseña qué es el amor y cómo se acomodan los recuerdos en lo que se conoce como conciencia. Es una bofetada, un golpe certero para dejarnos sin aliento.

El siguiente título es Lejos de Toledo (2002). Un profesor bizantinólogo emigrado a Israel vuelve a su ciudad natal en la Bulgaria poscomunista y se encuentra con su amor de juventud y con un anciano fotógrafo griego que en su taller “La eternidad” guarda testimonio de todo lo ocurrido, en un registro de la minucia cotidiana, desde las fiestas de cumpleaños hasta las ejecuciones de partisanos y colaboracionistas. El profesor y su amada recorren espacios de memoria y rincones escondidos de donde afloran todas las crueldades y no pocas devociones y ternuras. El personaje central de las reminiscencias es el abuelo del profesor, un judío transgresor, tolerante, mitómano y juerguista conocido como El Borrachón, que dice haber sido amigo de Robespierre. Lejos de Toledo habla del destino de los que fueron expulsados de Sefarad en 1492, de la conservación de la lengua judeoespañola, de la comida, las relaciones familiares y, como en la primera novela, del amor y sus reflejos y proyecciones ominosas. La novela es extraordinaria porque relata una desventura como si aventura fuera. El aspecto es ligero, el efecto demoledor.

Adiós, Shanghai, narración de horror e infortunio, refiere unos acontecimientos reales de los que la historiografía apenas si guarda datos. De las tres, es la novela que tiene mayor relación con hechos acaecidos, y sintetiza varios géneros con discurrir no forzado: la novela de crónica política (que incluye datos de época, fechas y acontecimientos), la novela de espionaje (con Richard Sorge incluido), la narración de reencuentros, la indagación en las relaciones de clase, la narración sobre la naturaleza de la expresión artística en situaciones normales y excepcionales, el libro de viajes y de éxodo. Todo ello podría inducir a pensar que Wagenstein ha querido abarcarlo todo, y en algún sentido es verdad: los momentos más trágicos del siglo veinte necesitan de varias narraciones para ser comprendidos. Los acontecimientos son en realidad uno, porque varias líneas confluyen en él: la formación de un gueto para judíos alemanes y austríacos en la Shanghai ocupada por los japoneses desde 1937 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los actores de una parte del drama son un violinista judío y su esposa “aria”, ambos célebres; una joven actriz que escapa después de conocer a un médico japonés en París; el mismo médico, ya coronel de las fuerzas de ocupación en China; un rabino y su esposa; varios agentes de diversas potencias, que dan pie a redes de información y sabotaje; y un carterista obeso y casi enano, de encantadora nobleza. Y, por supuesto, la ciudad de Shanghai, ya entonces urbe única en el mundo, que desde 1842, por exigencia británica, fue “concedida” a la voracidad del comercio internacional. En la época de los acontecimientos referidos por Wagenstein, Shanghai era la quinta ciudad más poblada del mundo y hasta la llegada de los refugiados contaba con 80 mil extranjeros debidamente atrincherados en sus privilegios. Después de la Batalla de Shanghai pocos de los desdichados del gueto quedarán con vida. Pero el gueto fue un último refugio y tomó la forma de una esperanza.

En las tres novelas, que no tienen pretensión de continuo narrativo, Wagenstein utiliza diferentes técnicas, aunque en todas advertimos la penetración del ojo observador, el instrumento que sostiene una suerte de montaje cinematográfico, la importancia de la secuencia y la interrelación entre lo exhibido, los hechos, y la opinión del personaje que narra, siempre rememorando. En la rememoración se sitúa un corpus moral, una suerte de humanismo transmitido por lo que se ha perdido y que la memoria (viva, febril) recupera. Esta moral se sirve de la maldad, la deshonestidad, la traición y la obediencia a lo injusto para asentarse en la rectitud y la nobleza. Aunque Wagenstein sabe divertir y entretener al lector, no le ahorra inquietud e incomodidad. Su sentido de la justicia pasa por un recorrido a través de los hechos pequeños y los decires insignificantes, que van dando forma a un modo de piedad que no restringe la crueldad inherente a toda verdad humana. Joseph Roth no es el modelo de este autor, aunque el lector puede apelar a sus extraordinarias narraciones judías y políticas para dar forma a ese continuo que Wagenstein no persigue, porque en su escritura no hay lamentación por los tiempos perdidos, sino la esperanza que puede dar, más que nada, la comprensión profunda de lo humano.

Premios y nominaciones.

 

Farewell, Shanghai”

“Isaac’s Torah”

“Far from Toledo”

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Data:
26/02/2020
Hora:
16:00 - 17:00
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